domingo, 8 de mayo de 2011

Devorador

A veces, incluso yo mismo me doy miedo
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—Buenos días, inspector Graunt.

El hombre que acababa de entrar apartó la vista de la carpeta que tenía entre las manos. Se hallaba en una habitación pequeña, que apenas contaba con un par de sillas puestas una frente a la otra, y una mesa que las separaba. En la que quedaba frente a un gran espejo se encontraba otra persona, un varón de pelo negro y ojos oscuros, esposado al respaldo de su asiento. El recién llegado se sentó frente a él, y sin mediar palabra desplegó el contenido de su carpeta, una serie de fotografías, sobre la madera.

—¿Me trae usted espectáculo, inspector?

—Míralas detenidamente, Vincent—dijo Graunt, aunque no hizo falta. El moreno no podía apartar la vista. Se relamió.

—Es una auténtica obra de arte—respondió él.

Las imágenes mostraban un cuerpo tirado en la calle. Inerte, muerto. Era una mujer, cubierta totalmente por su propia sangre y totalmente desnuda. Habían separado sus extremidades, y la cabeza se apoyaba sobre el estómago.

—Eres repugnante—soltó el inspector.

—No, que va. Simplemente no compartes mi punto de vista—añadió Vincent— ¿Ha matado usted a alguien?

—Sí.

—No me refería a eso, inspector—dijo él—,si no si ha matado a alguien por el placer de hacerlo. Es una sensación tan gratificante sentir la sangre ajena en las manos...

—¿Es eso una confesión? —preguntó Graunt.

—¿Le gustaría acabar ya, inspector? Por favor, quédese un rato más. Ni siquiera he empezado a divertirme.

Graunt se levantó. Derribó la mesa de una patada, y agarró a Vincent por el cuello, levantándolo con facilidad. El moreno parecía disfrutar con aquello.

—Dime lo que quiero saber antes de que te abra un agujero en el cráneo.

—La maté yo—respondió el otro—. A ella, a sus amigas… A todas. Aún puedo escuchar sus gritos de agonía en mis oídos. Oh, sí. El sabor de su sangre era tan delicioso…

El inspector le golpeó con la mano que tenía libre. Vincent giró la cabeza con el impacto. Se rió. Volvió a encarar a Graunt.

—¡Déjeme probar su sangre, inspector!

Antes de que pudiese evitarlo, Vincent se abalanzó sobre él. Ambos cayeron. El moreno hundió los colmillos en el cuello del inspector, que aulló de dolor. La sangre manaba. Graunt pudo sacar su pistola y disparar al aire. Alguien vino, un agente, que con un esfuerzo sobrehumano apartó a Vincent de él. Otra persona sacó al inspector de la sala.

—¡La próxima vez me beberé toda su sangre, inspector!

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