domingo, 17 de abril de 2011

Lucha

Ojalá fuera tan fácil.
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El perdedor se levantó con ganas de pelear. Perdía su sangre, se precipitaba a su final. Sonreía, sin embargo. Atrapado entre la pared y un cañón, que apuntaba directamente a su frente. Aferraba un trozo de cristal. No se rendía.

—Te veré en tu funeral.

El hombre del arma reía. Calló. Se hizo el silencio. La explosión lo rompió. El aire se llenó de olor a pólvora quemada. El perdedor se echó atrás. Se apoyaba en la pared; la sangre manando del orificio de su cabeza. El hombre le dio la espalda.

—Lo siento, no estás invitado.

El hombre se volvió. Tarde. El perdedor se le echó encima. Clavó el cristal en su cuello. Cayeron. Inertes, muertos.

El perdedor cayó, no sin antes luchar. No sin antes ganar.

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