sábado, 26 de junio de 2010

Tiempo

Para ella
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¿Que qué recuerdo, dices? Eso mismo me pregunto yo muchas veces. El tiempo se lo llevó todo. Nunca soy capaz de evocar las dichosas imágenes que busco, ni haciendo el mayor de los sacrificios a cambio. Mi memoria me traicionó, de la misma forma que la vendí con cada trago de alcohol.

¿Quién me iba a decir que acabaría contándote mi vida? Hace muchos años ya que te vi por última vez. Apenas recuerdo nada de aquel encuentro. Incluso tuviste que decirme tu nombre. No te diré que me sentí incómodo en aquel momento. Para mi desgracia, olvidar me es tan común como respirar.

Te parecerá absurdo lo que hice con mi vida. Mi novela sigue inconclusa, atascada en el mismo fragmento que reescribí una y otra vez. Creo que es de las pocas cosas que mi traidora memoria retiene. Quizá por el mero hecho de hacerme tanto daño. Cada noche he relatado de nuevo aquel primer beso entre el protagonista y su amor platónico, sin ser capaz de darle la forma adecuada. Creo que perdí la capacidad de imaginar hace ya mucho tiempo. En mi cabeza solo hay sitio para aquella tarde de otoño…

Que cruel fue el tiempo conmigo. Me da unas horas de placer y una vida de sufrimiento.

¿Y a ti, qué te dio el tiempo?

2 comentarios:

Nicolás Zzcko dijo...

Hola, mucho gusto, me llamó Nicolás y me gusta mucho tu forma de ver las cosas, las 2 historias más padres que te he leido son las de:
Alcohol y la Viuda negra, si tienes tiempo pasa por mi cuenta para que opines sobre mis escritos.
Tenemos una amiga en común y también escribe, es Claudia de México la que checa la ortografía, sin más me despido y sigue así.

Jillian Nox dijo...

Bueno, el de arriba es un amigo mío de la escuela xD

Está bien, no voy a preguntar a qué viene lo escrito; porque creo darme una idea —aunque me gustaría que me dijeras— y prefiero dejar que tu mente deje de escribir esas palabras tan amargas.

Sí, extrañamente tu relato en lugar de transmitirme dulzura o devoción por lo que hacías me dio una amargura tremenda, creo que también cierta rabia contra el tiempo, la memoria y la vida misma —aunque pueden ser imaginaciones mías—; ¡ánimo leoncito!

No me gusta percibir eso de tus relatos, me ponen triste.

Si me necesitas sabes dónde encontrarme.