martes, 27 de noviembre de 2012

Alma en llamas, capítulo X

Hoy he terminado el relato que presentaré a un concurso literario. El premio: 1500€ y la publicación. Casi un sueño.

Así que, para celebrarlo... otro capítulo de esta cosa xD.

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—Vamos, hombre, por favor.

Era un viernes por la mañana, de finales de marzo. Frío como pocos. En el patio, durante el recreo, David y yo nos refugiamos en una de las esquinas del colegio, cubiertos por los abrigos. Allí aprovechó para suplicarme por un favor, aunque no lograba entender de qué se trataba.

—No lo comprendo. ¿Para qué necesitas que te acompañe yo, si ya vas a ir con una chica?

—¡Porque su padre no le deja estar a solas con un chico!

—¿Y cómo os habéis visto hasta ahora?

—A escondidas—dijo—, pero ahora ya está cansada.

—Sigo sin entender por qué mi presencia te ayudaría. Si no le deja estar con uno, imagínate con dos. —David abrió la boca para responder. Sabía que seguiría insistiendo hasta que aceptase; podía llegar a ser muy pesado. Al final accedí—. De acuerdo, iré. Pero me debes una, y me la pienso cobrar.

El edificio era muy antiguo, la pintura de la fachada se había caído casi por completo. La gárgola que coronaba la construcción perdió la mitad de su rostro antes de que yo naciera; ahora vestía un manto de excrementos de paloma. De la puerta principal no quedaba más que un trozo de madera sujeto por las bisagras que no impedía el paso a nadie.

—Sí que has tardado mucho en pedirme este favor.

David miraba con temor el edificio al que yo pretendía entrar, calculando las posibilidades de que las grietas se uniesen de golpe y se cayese la construcción. Era el cuarto edificio que revisábamos; normalmente mirando buzones o preguntando a las porteras. Éste carecía de ambas.

—¿Habrías venido si no te hubiera obligado? —pregunté antes de entrar.

No me respondió. Me siguió a duras penas por unas escaleras de madera carcomida que crujían bajo nuestros pies amenazando con abrirse y tragarnos. La única luz que había se filtraba entre las grietas de la fachada; yo no sabía si dar las gracias o maldecir por ello. En los rellanos podía intuir los túneles oscuros que antaño habían guardado muebles, familias y recuerdos que habían huido años atrás.

Al fin alcanzamos el último piso, el único que contaba con una débil puerta que impedía el paso. David suplicaba que siguiésemos el ejemplo de los vecinos y pusiéramos tierra de por medio entre el edificio y nosotros.

El tiempo que pasó entre que llamé a la puerta y esta se abrió me pareció eterno. Nos quedamos quietos, esperando inmersos en el eterno silencio que dominaba la cavernosa y abandonada construcción hasta que el eco de unos pasos, lentos como quien posee todo el tiempo del mundo, lo rompieron. La puerta se abrió con un chirrido, mostrando la figura de una mujer fugada de un sueño.

El pelo, arrancado del cielo nocturno para enmarcar su rostro, se ondulaba ligeramente a la altura de sus hombros. Los ojos eran oscuros, pozos sin fondo que te atrapaban al menor descuido. Los finos labios mostraban unas pequeñas arrugas que revelaban que en aquella boca había brillado una sonrisa casi eterna, ya apagada. Sus formas se veían atrapadas en un lujoso vestido de color carmín, que hacía de aquella mujer el manjar más exquisito de la faz de la tierra. Nos examinó con una mirada que podía ver el alma; primero a David, cuya mandíbula se había desencajado de la sorpresa, y luego a mí. Giró sobre sí misma, satisfecha tras su revisión, y se internó hacia la inmensa oscuridad que dominaba el interior de su apartamento.

El piso era pequeño, sin más puertas que la de la entrada principal. Intuí las formas del mobiliario y, a través de ellas, a qué habitación correspondían. Conté un baño, una cocina, una habitación y el salón donde ella nos esperaba. Las persianas estaban echadas, pero el tiempo y el viento habían terminado por abrir agujeros aquí y allá que permitían que la luz del sol se colase. Con estos fragmentos pudimos encontrarla al amparo de un cigarrillo que disfrutaba sentada en una butaca, la única. A su espalda se alzaba una inmensa estantería que abarcaba toda la pared y en la que no entraba ni un solo alfiler. Ocupamos el sofá de las pocas visitas, que se quejó bajo nuestro peso y escupió una nube de humo. Nos separaba una cómoda sobre la cual reposaban una vela, un libro encuadernado en piel cuyo título quedaba fuera de mi alcance y un cenicero en el que no entraba ni una colilla más. No había televisión ni radio ni una simple bombilla. En aquella casa nunca se oyó el zumbar de la electricidad recorriendo cables de cobre o el ensordecedor timbre del teléfono.

Esperamos en silencio durante un minuto. En ese espacio de tiempo, David se dedicó a incrementar el tamaño del charco de saliva que se formaba bajo sus pies. Era totalmente incapaz de apartar la mirada de nuestra anfitriona, tan ocupada en jugar con el humo del tabaco que parecía ser incapaz de vernos. Me centré en intentar leerle el pensamiento a partir del pulso, de los ojos. Intentaba averiguar qué significaba aquel amago de sonrisa en la comisura de los labios.

—No deberíais haber venido—dijo al fin.

Lucía tenía un timbre de voz que se te colaba por los oídos y causaba estragos en la cabeza; conseguía que dudases de todo lo que sabías, conocías y creías cierto. Con su voz y una sonrisa podría haber convencido a toda la Iglesia de que la tierra era tan redonda como una pelota de fútbol.

—¿Ves, Javier?—me soltó David por lo bajo. Aquellas palabras le sacaron de su mundo de ensueño—. Deberíamos irnos.

Negué con la cabeza. Lucía rió; una carcajada vacía, típica de quien ha olvidado cómo hacerlo. Dejó que se consumiese el cigarro y encendió otro; durante su historia deduje que para ella el tabaco era como su alimento, una droga que acallaba los malos recuerdos y expulsaba a los demonios por el módico precio de unos minutos de su vida. Terminaba uno y encendía otro; el humo ocupaba toda la habitación. Sus palabras lo moldeaban, creaban imágenes que contaban su historia.

3 comentarios:

Mortrel dijo...

A mi me ha parecido buenísimo :)

Sólo que la puntuación estaba extraña y no sé si decidiste que fuese así de calculada o fue paradojicamente espontáneamente calculada xd

Pero bueno, me ha gustado la historia y las descripciones :)

Te dejo un beso, gatito!


Morri

Anónimo dijo...

Deberías plantearte continuar. Releer lo que has escrito, reescribir alguna que otra cosa y continuar. Es bueno y lo sabes.
Atte: Una antigua seguidora.

Anónimo dijo...
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